sábado, 2 de agosto de 2025

Reflexiones de un jersey a rayas

 Hoy me he mirado al espejo con un jersey de rayas que compré en el mercadillo. Objetivamente estaba fea, con la cara llena de rojeces de los granos de mi cara, un herpes en la boca, un diente raro, mi nuevo diente, el pelo destartalado que necesita ir a la peluquería. Sin embargo, me he visto especialmente guapa hoy.

Tenía un montón de planes para esta mañana, de los cuales no he cumplido ninguno, salvo comer unas minigalletas de chocolate mientras veía Shameless. Objetivamente estaba mal, porque he descuidado objetivos que me vendrían bien para un montón de cosas, como mi salud física, enfocarme a mis objetivos. Sin embargo, no me he sentido culpable.

El jersey de rayas es suave. Me queda ceñido al cuerpo, no queda ni demasiado ancho, ni demasiado prieto. Creo que es de algodón porque retiene el sudor. He intentado no sentirme culpable por haber sudado (sé que este comentario no tiene demasiado sentido).

Cuando me veo en el espejo con el jersey de rayas, pienso en mí y me veo yo. Empiezo a encajar mi cuerpo en mi carne, que empieza a quedar ensanchado, ni demasiado ancho, ni demasiado prieto. Mi cuerpo ya no es algo que pueda escaparse de mí si me concentro demasiado. Ya no puedo desaparecer del mundo y fingir que no existo corporalmente si la gente me mira, como hacía en el pasado. 

Me encuentro en un momento de mi vida donde las cosas suceden a un ritmo desconocido y en vibraciones extrañas. El agua sabe a goma y huele a goma. Escucho un ruido de gritos de obreros por las mañanas y de taladros por las tardes. Si no recuerdo estirar los músculos, siento un dolor y una quemazón en la espalda, un dolor caliente y duradero que me produce terror.

Aún me resulta extraño deshabituarme a ciertos patrones antiguos; a mi relación extraña con el hambre, al sueño a deshoras y a la vibración de mi cuerpo como consecuencia del ansia, a preocuparme de estar en peligro todo el tiempo, a pensar que algo catastrófico ocurrirá en cualquier momento, a no sentir mi cuerpo conectado con mi cerebro o a verme en una fotografía.

Es algo hermoso pensar en reconocerse a uno mismo en una imagen. Reconocerse como lo que uno es, después de dar muchas vueltas, por muchos caminos y parques, ciudades, encerrado en un montón de objetos que podría haber perdido. Aún vadeo muchos pánicos, temores que no podré contarle nunca a nadie. 

Ante la duda, tengo la oportunidad de volver a mirarme de nuevo en el jersey de rayas y ponérmelo cuando me renueve la foto del DNI, aunque en la foto no se vea su cierto parecido con el de un personaje de ScoobyDoo.



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