martes, 8 de noviembre de 2022

Inés de hueso (vol. 1)

Me he dicho muchas veces esta semana sobre lo que necesito escribir, necesito escribir sobre algo que conozco y lo que conozco es la ansiedad. La ansiedad me lleva en primer lugar a abrir este cuaderno, me lleva a notar el ardor en la piel y en la cabeza tras rascarme, la ansiedad me da calor, me crea compulsiones, deseos involuntarios, asomarme a un abismo, perder el control, como si mi mayor deseo fuera tener todo controlado, como si el control se pudiera encontrar o alcanzar alguna vez.

El control son botones y palancas, mecanismos a veces complicados.

Tengo pelos en la ropa de rascarme la cabeza, caspa, grasa del pelo, tengo pelo de pestañas que me he arrancado sin querer.

Anoche me agarré la cabeza entre las sábanas y respiré despacio para evitar las imágenes de insectos, en todos lados. A veces los siento en todas partes. En la piel y me rasco, no lo puedo evitar.

Ante lo inevitable de la obsesión me levanto del sofá y me sacudo la ropa.

Me obsesiona existir. Me rasco en las orejas, me rasco en las heridas, en las costras, los granos de detrás de las orejas y de la espalda. 

Cuando me miro al espejo solo pienso en decirle a mi madre que me he vuelto a rascar la cabeza otra vez. Ya no puedo teñirme el pelo y eso no es culpa de la peluquera, que me echó un decolorante en la cabeza llena de heridas, que me escocía, como ahora, mucho más, me dolía la cabeza, pensaba que si no lo quitaba me desmayaría del dolor.

A veces pienso que sufro demasiado en silencio, como una monja de clausura. Como si deseara solamente hablar con Dios.

He hecho una base de datos de libros que quiero leer, compulsivamente los apunto. No sé si los leeré. Pero quiero hacerlo.

Cuántos años tengo. ¿Voy a escribir una novela? Pienso en el acto de escribir como un distanciamiento entre el yo y lo que sucede en el texto. Como un tratar de tomar distancia de lo físico y del pensamiento. Me parece bonito poder hacerlo. Poder abrir un cuaderno y escribir en cualquier momento mi vida es eso ya, son libros pero ante todo son cuadernos en los que guardo mi distancia de las cosas. Creo que nace desde la ausencia de la vida.

No estoy preparada para vivir. Eso lo dice la protagonista de "Nada" de Carmen Laforet. Me enfadé porque pensaba que era un pensamiento infantil, pero no lo es. Tampoco lo hace menos real. Algunos seres humanos observamos la vida.

Desear vivir está bien, pero no es una vida, la vivida, a la que todo el mundo pueda acceder. Hace tiempo que estoy tan alejada de mi propia realidad que mi única forma de sentir que algo ha pasado es lo que he escrito o que sencillamente he escrito sobre ello.

Me imagino que eso es lo valioso. También me gustaría valorar más todo ese texto, pero no es fácil sentarse y analizar, solamente ganan quienes terminan de escribir.

Solo acabo de empezar. Sin embargo, siento que he dicho mucho sobre mí en estas pocas líneas. La mejor sensación es la de meter la piel en el agua. La piel descansa y parece que tiempo al tiempo podrá volver a nacer, aunque nazca con heridas.



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